A ver, si, siendo un gamer desde niño y todavia al lo sigo siendo desde mi interior, hay que decir que algunas cosas para aclarar bien el panorama. No estoy en contra de los videojuegos, hablo desde los muchos años de experiencia que tengo, pero hay que prestarle atención a algunas cosas, a continuación te digo bien como es el tema.

La Psicosis del Juego Infinito

Para empezar, no todo lo que brilla es oro, y no todo lo que se juega es sano. Estamos hablando de videojuegos, ¿OK? El gran pasatiempo de la era digital, y en muchos casos, la manera en que millones de personas, especialmente los más jóvenes, escapan de sus responsabilidades. La idea de que jugar videojuegos puede ser “veneno mental” tiene algo de impacto, porque a veces es un escape tan fuerte que ni siquiera te das cuenta de cuánto te desconecta de la realidad.

El tema es que los videojuegos se diseñan para que cada segundo te dé un subidón de dopamina. Te premian todo el tiempo, te dan objetivos cortos, te hacen sentir importante con una pequeña victoria tras otra. Esto, en papel, está buenísimo. Pero el tema está en que, cuando no sabes poner freno, se convierte en una especie de adicción que te va moldeando la mente. Y ahí es donde el veneno aparece. Cada vez más, la mente se acostumbra a buscar recompensas instantáneas y, cuando se trata de hacer algo que realmente requiera esfuerzo a largo plazo, el cerebro ya no sabe cómo hacerlo.

Lo peor es que muchos de los jugadores casuales terminan atrapados en un bucle. Basicamente porque el tiempo invertido no se puede recuperar. Todo lo que hicieron en el videojuego es irrelevante fuera de ese mundo virtual. ¿Te sirvió aprenderte las rutas de ese mapa del Call of Duty? Bueno, sí, pero en la vida real ¿te ayuda a resolver algún problema o una habilidad o mejorar algo de tu entorno?. En el mejor de los casos, no. En el peor, te quedás atrapado en esa espiral de esfuerzos vacíos, como si la vida fuera un videojuego más.

El Consumo Excesivo de Energía Mental: "Calorías Cerebrales" Desperdiciadas

El que juega en serio, y hablo de esos que se clavan 8 horas al día en sus consolas o PCs, lo hace a lo grande. Ahí no se trata solo de apretar botones, sino de resolver acertijos, gestionar recursos, anticipar movimientos del enemigo. Un proceso mental complicado, si lo pensás bien. Pero, y esto es clave, ¿qué tan relevante es todo ese esfuerzo cuando el único premio es el trofeo digital en la pantalla? Ponete a pensar todas las cosas que lograste en el Family, ¿donde quedo esos logros?.

Mirá, el consumo de energía mental en un videojuego es real. Hay que estar al tanto de un montón de factores: saber qué arma usar, cuándo moverse, qué hacer ante cada situación. Es como estar en una constante pelea con tu cerebro, empujando tu capacidad cognitiva al límite. Claro, para algunos es un desafío emocionante, pero la cuestión es que ese esfuerzo mental se emplea en algo que no tiene impacto en el mundo real. ¿Te sirve saber cómo destruir una torre en League of Legends para resolver un conflicto con tu compañero de trabajo? Mmmm… difícil.

Y ahí está el dilema: el gasto de esas "calorías cerebrales" es brutal. ¿Por qué no invertir toda esa energía en algo que te haga crecer como persona? Imaginate si todo ese conocimiento, esa agudeza mental, se usara para aprender algo de verdad útil: aprender a programar, a negociar, a entender el mundo de los algoritmos y la inteligencia artificial. A ver, no me entiendas mal, no estoy diciendo que el videojuego no tenga mérito. De hecho, algunos incluso desarrollan destrezas de pensamiento estratégico impresionantes. Pero si ese esfuerzo no se redirige hacia algo que realmente aporte al crecimiento personal o profesional, la energía se pierde en vano.

¿Poder de Superhéroe o Potencial Desperdiciado?

Ahora, hay que hablar de los gamers más hardcore, los que están en el top 1%, los que conocen todos los secretos de sus juegos favoritos. Es tremendo, Ese nivel de conocimiento es para admirar. Estos pibes no solo se saben cada rincón de su juego, sino que pueden predecir movimientos de otros jugadores, entender las mecánicas como si fueran expertos, y hasta se desarrollan habilidades cognitivas súper complejas.

Pero… y acá viene el toque irónico del asunto: ¿toda esa especialización se utiliza en algo que no tiene impacto tangible fuera de ese mundo virtual? ¿Te cambia la vida saber cómo disparar una bala exacta en el Call of Duty? Tal vez te gane un campeonato, te haga famoso en Twitch, pero, ¿te hace más capaz en un trabajo de marketing? ¿Te ayuda a ser mejor negociador o emprendedor? No. Y eso es lo que no se entiende. El conocimiento en videojuegos, por más impresionante que sea, está confinado a ese universo virtual, y fuera de ahí, se convierte en algo menos relevante.

Redirigir el Enfoque a Problemas Importantes: De la Pantalla a la Realidad

Este es el punto en el que quiero hacer hincapié. El tema no es “dejar de jugar videojuegos” como si fuera el demonio. Para nada. El tema es redirigir ese enfoque mental hacia algo que realmente importe. Si tenés la capacidad de aprenderte todos los mapas de Fortnite o entender los combos más complejos de un juego de lucha, ¿por qué no invertir ese mismo tiempo en algo que realmente aporte valor a tu vida o carrera?

El algoritmo de TikTok o YouTube no es tan distinto al de los videojuegos. Ambos se basan en recompensas constantes. El tema es cómo redirigir ese deseo de progreso y satisfacción personal a algo más productivo, algo que te ayude a crecer. Y ojo, no hablo solo de aprender marketing digital o teoría del color, aunque esos temas sean más que interesantes, sino también de desarrollar habilidades que te sirvan para liderar proyectos, aprender un idioma, o mejorar tu capacidad crítica.

Dopamina: El Engaño Dulce del Videojuego

La dopamina es lo que hace que los videojuegos sean tan adictivos. Cada victoria, cada misión completada, cada vez que el juego te recompensa con un “¡bien hecho!” on un MO-MO-MO-MO-NSTER KILL es un pico de dopamina que te hace sentir genial. El problema es que esos picos no son reales en términos de progreso personal. Te dan una sensación de logro, pero no contribuyen a tu crecimiento de una forma que se pueda traducir a la vida real.

Por eso, lo importante es empezar a buscar dopamina en el mundo real. Conseguir metas tangibles, aprender cosas que realmente te sirvan. Empezar un proyecto, aprender algo nuevo, o incluso interactuar con personas fuera de las pantallas, todo eso te da una dopamina más duradera y real.

Conclusión: ¿Vale la Pena Gastar Toda esa Energía en Algo Irrelevante?

Como amante de los videojuegos, reitero, no son el fin del mundo, pero sí que representan una forma de pensar que nos desconecta de la realidad. Hay algo de veneno en ellos, sí, pero es el veneno de la comodidad, el veneno de la satisfacción instantánea, la que nos lleva a postergar lo que realmente importa. Si vamos a gastar tanto tiempo y energía en algo, que sea para algo que nos ayude a crecer, a generar valor real, no solo puntos o logros virtuales. Después de todo, la verdadera “partida” está fuera de la pantalla.

Así que sí, podés seguir jugando. Pero, mientras lo hacés, pensá: evaluá si es el momento y el lugar, y como gamer te digo también evalúa si vale la pena jugar ese juego.

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